viernes, 3 de octubre de 2008

Crónica Personal Ciclo en MU 30/9

Aquí les dejo un pequeño balance de lo que ha significado para mí la noche del pasado 30/9 en el ciclo de ciclos en MU, organizado todos los martes de cada fin de mes por )el asunto(

…Hacía varios meses que mis amigos Juan Xiet y Javito Urbano (Poesía Urbana) intentaban convencerme para que me presentara a recitar mis textos en tal o cual fiesta o ciclo o feria del libro y me ofrecían para eso todas las razones más certeras y convincentes que podía escuchar…
Yo me negaba diciéndoles que recitar en público no era lo mío y quien quiera atender a lo que tengo para decir no tiene más que acercarse a mis libros… aunque internamente sabía que no era suficiente. Javito me vuelve a llamar. Necesita un invitado. Una charla breve. Leo mis textos y todos contentos. Espera mi respuesta. Tartamudeo. Pienso en zafar con compromisos que no existen o alguna buena excusa que me libere de eso. Me siento cobarde y no encuentro ni un sólo motivo que vaya más allá del “pánico escénico”. Termino aceptando. Esa noche no duermo. Mi imaginación va a mil. Todavía faltan diez días para el encuentro y lo estoy viviendo por adelantado. Subo una y otra y otra vez al escenario: ¿Con qué mano voy a tomar el micrófono? ¿voy a romper el hielo con un chiste o voy a ser lo más sincero que pueda ser o ambas cosas no se excluyen? Ni siquiera me escuché en voz alta y a uno nunca le gusta como suena su tono de voz. Ahí estoy diciendo cosas geniales. ¡Gran discurso gran! Todos ríen y aplauden pero no importa porque no creo en los aplausos y sé que no voy a reproducir mis palabras según lo planeado. Necesito una botellita de agua porque casi siempre el pucho me saca la voz, o la aflauta o termina sonando como la del gallo Claudio (según mi hermana). Ya está hecho. Es un compromiso y tendré que estar a como de lugar. “Ponerle el cuerpo a las palabras” dijo mi amigo Ema. Espontaneidad. Improvisación. “Lo más lindo de todo es subir sin saber qué carajo vas a decir” me decía Juan Xiet en la puerta de MU.
Estoy en el andén de la estación Victoria. Tengo tiempo de sobra. Los altoparlantes anuncian un “accidente personal” en la estación Carupá. ¡Mierda, ya veo que llego tarde! Dos minutos después llega el tren. Bajo en Retiro y tomo el subte hasta Plaza de Mayo y de ahí combinación hasta Congreso. Camino tres cuadras y entro a MU. Son las 18:45hs y mis nervios ya se fumaron un paquete de 20. Hay poca gente y sólo reconozco a Diego Arbit que está armando su mesa de libros en el fondo. Al rato llega Pablo (Strucchi) con su cajita de libros (distribulla!) y luego Ale Raymond a quien no conocía y me cayó de puta madre. Ale se va caminando dos cuadras hasta su casa a buscar un velador y luego se pone a armar la lista con el orden de escenario. Le pido –si no hay problemas- que me ubique lo antes posible, así puedo disfrutar del resto de la noche sin estar pendiente de mi debut. ¡Estupendo! Voy tercero. Me froto las manos y doy saltitos cortos con toda la adrenalina de un boxeador que entra en calor. “Vamos Seba, ánimo, tampoco es para tanto y además es toda gente del palo y tienen la mejor de las ondas” –me escucho diciendo en voz baja. Llega Merluza (Juárez) y nos ofrece un pedazo de cartulina amarilla donde se lee impreso: “Merluza te lee el séptimo libro para que juntes el dinero, el amor y el odio para su lectura correspondiente. Después no digas que no te invite (no vine porque se me murió el gato o este es el día de mi santo”. Todavía reímos con Pablo y Ale mientras doblamos el aviso en cuatro y lo guardamos en el bolsillo.
Me avisan que Javito no va a estar porque ayer fue el año nuevo judío y en su lugar me estará presentando Juan Xiet. Ale se vuelve a acercar para informarme que hubo un cambio de planes e iré anteúltimo y luego cerrará Juan Diego Incardona. Fuck, qué le vamos a hacer, así son las cosas… está todo bien. Voy por la tercer cerveza y se me acaba el dinero para más y llega mi amigo personal Santy (Fredes) del grupo ninios y así las botellas no dejan de rodar. Estoy hablando con el Rey Larva en la puerta del local, me dice que venía de la organización de la f.l.i.a y que estuvo armando caballetes y Javier (Ragau) reconoce que tampoco le gusta recitar. Pasa Washington Cucurto de Eloísa Cartonera relatando sus cuentos y anécdotas de supermercados. Pasa Merluza con su buen humor, bromeando sobre por qué siempre lo acompañaba su madre. Pasa Pipo Lernoud. Edu Herrera está sentado con su guitarra ensayando a medio metro de la puerta del baño. La birra me hace ir seguido y cada vez que paso hablamos un rato. Marol presenta a Nat, otra novata del micrófono como yo, autora de “donde se cuentan algunas cosas” y cuando termina de recitar su poesía, intercambiamos libros. Mi preocupación y persecuta escénica se disipa con cada nuevo trago y por sentirme acompañado de tan buena gente. Juan Xiet dice “Cheeba” en el micrófono. Es mi turno. Salgo corriendo. Me estoy meando otra vez. Voy al baño y mientras desagoto vuelvo a escuchar a Juan decir Cheeba. Ese es el seudónimo con el que me conocen algunos amigos y aunque parezca cuento me lo ha dado un pájaro en una tarde de mates en el barrio de El Talar y mis amigos rieron y reconocieron que el pájaro casi cantaba mi nombre. Tiempo después buscaba el significado en Google y (casualmente o no tanto) descubrí que así llaman a la mota en Brasil y Jamiroquai le hace honor en uno de sus temas. Pablo aprovecha el intervalo para cantar agitadamente su hip-hop anarko piketero. El local está a oscuras y hay un sólo velador en la mesa del escenario y muchísimas botellas vacías agrupadas entre el público, ya entonado. Ya no importa nada. No recuerdo ni una de las frases que tenía programado repetir y es mejor que así sea. Empiezo: “Hace casi diez años que estoy detrás de una cámara, exponiendo a tantas personas que se enervaban al expresarse delante del artefacto y sin embargo es la primera vez que estoy detrás de un micrófono… o frente a ustedes, así como estuve tantas veces sentado ahí, del otro lado, tomando una birra o fumando un pucho y disfrutando de lo que ustedes hacen…” Un pobre y escueto preámbulo / confesión en comparación a lo que tenía en mente. Voy directo a leer un adelanto exclusivo de “Féretro para dos” la novela que espero publicar en breve… Ezequiel (Ábalos) está en la primera mesa y sonríe y aplaude (antes le había dicho que leí su libro “Tiburones” y que me había encantado). A lo lejos también los veo a Diego y a Pablo aplaudiendo. ¡Guau, esto es hermoso! Respeto un montón a esta gente y ahora me están aplaudiendo. Ezequiel me dice que había estado bien y que además me había “cebado”. Dos o tres personas más se acercan a decirme otro tanto. La cosa está terminando. Se encienden las luces y alargamos la despedida porque no nos queremos ir. Me cuelgo hablando con Ioshua y con Luli (a secas). Canjeo un libro (Indeleble) por una cerveza y una empanada. Buen negocio, no lo lamento para nada.
Son las dos de la mañana y estoy feliz y no tengo ganas de volver a casa y comerme hora y media cabeceando en el 60. Entramos a caminar por Rivadavia con el Rey Larva y Luli y Facundo (un chaboncito copado que siempre se acerca a estas movidas) y otra gente más que no conocía. El grupo de abre y algunos se quedan en la primer parada. Seguimos caminando con Rey Larva y Facu. La noche es joven. Compramos un vino en cartón. La idea era hacer un billete y poder seguir tomando algo. Entro en un bar y reparto mis libros. Negativas. Cabezas sacudidas. No hay dinero. ¿cuánto sale esta porquería? Pregunta alguien. 10 pesos la porquería, digo. Sonríe ante su propia broma y saca la billetera para pagarme y me cuenta que se llama Oscar y es cordobés pero que vivió en más de 30 países y finalmente asegura que valora lo que hago (aunque para los dos amigos con los que está pasamos desapercibidos y no les interesamos demasiado) El Rey Larva se acerca y le dedica una de sus poesías. Saca un cuadernillo garabateado que dice pertenece a su hija y comienza a leer una hermosa poesía, de alto vuelo para los que escuchamos. Oscar nos invita a sentarnos y pide un vino tinto grande y algunos tostados que no tardamos en devorar. El Rey Larva es un verdadero bardo y aunque es bastante más grande que yo me hace acordar tanto a mis años de agitación en la calle. No pierde oportunidad de poner a prueba y enfrentar a quienes muestran frio desprecio e indiferencia y cobardía. Casi enseguida estoy haciendo lo mismo. Sigo ofreciendo mis libros respetuosamente pero la gente no te mira a los ojos, la gente no se detiene, la gente te dice que no tiene tiempo, otros levantan sus ventanillas automáticas, asustados cuando te acercás en un semáforo… y ya no sabés si odiar o compaderte o ser irónico con ellos (aunque en el mundo siga habiendo hermosas excepciones, los más reaccionan de esta manera). La estábamos bardeando. La policía nos mira de cerca a cada paso. Dos poetas borrachos agitando a despertar. Instando a despabilar conciencias dormidas y aletargadas por la miseria de la mente y la rutina, contando con los cachetazos de una nueva frase en verso o prosa. Salí con 10 libros y no me queda ni uno. No está nada mal, debería hacerlo todos los días, me digo. La última cerveza con Hendrix en bajo Flores. Un muchacho piola que había estado en el borda y que era un calco del músico. De vuelta a Retiro. Abrazo sentido con el Rey Larva. Tu vieja y tu chica preocupadas porque ya es mediodía y tu celular no tiene batería y vos aún no apareciste de la gira.
Si pudiera volver a estar por primera vez detrás de ese micrófono solamente agregaría esto y sin pudor de pasar por sensiblero cursi mamón, “los quiero muchachos y muchachas, el mundo ahí afuera muerde y poco le importa las más de las veces lo que mierda hagas. El futuro (este futuro que vivimos ahora) nos pertenece, es nuestro, lo hacemos todos los días a cada vuelta de página”. Pero está claro que eso, lo saben mucho mejor que yo…

Sebastián Pablo Lastra, 3 de octubre de 2008

Para leer la crónica de este mismo día x Diego Arbit, click aquí