sábado, 5 de abril de 2008

Sobre Conurbano de Pablo Strucchi


Cuando Pablo me pidió dos ejemplares más de “Indeleble”, mi libro que acababa de publicar con )El Asunto( también me pidió que le descontara ese costo del dinero que le debía por la edición y que estaba por pagarle.
Mejor se me ocurrió: “dame dos de tus libros, cualquiera de los que tengás y listo”


Tras revolver muchas cajas de cartón apiladas (algunas llegaban casi al techo) y no encontrar ninguno, le digo: “No te hagas drama, los buscás tranquilo y después me los pasás”. En un estante aparece una copia de uno de sus libros, lo hojea y lo descarta y putea y se pregunta cómo es posible que la gata lo haya meado.

Me siento algo incómodo mientras fumo y espero y él sigue buscando, pero Pablo es terco y no va a descansar hasta encontrar lo que se propone.
Varios minutos después me da un ejemplar de “Locura” y otro de “Conurbano” (originalmente intitulado “Me chupa los huevos”) y hay que tener huevos para pensar en ponerle a tu libro un título como ése!

Llegué a casa y devoré “Locura” sin interrupciones y al día siguiente empecé a leer “Conurbano” o “Me chupa los huevos” y es de este libro del que quiero hablar, este libro que acabo de terminar, este libro “antiseñalador”... porque pensar en ponerle una pausa a “Conurbano” es tan ilógico como detener abruptamente una conversación con alguien para retomarla en el mismo punto en que había quedado cinco horas o cinco días después.

Estás casi obligado a seguir hasta el final, hasta las últimas consecuencias.

La portada te muestra la foto de un perro (foto tomada por el mismo Pablo y la llamó “Perros de Villa Maipú”) es la foto de un perro común y corriente, un perro de la calle, uno de esos perros sin raza definida, un híbrido entre padre cordón y madre vereda.
Y no puedo pensar en un símbolo más perfecto entre la imagen de ese perro y los diez relatos contenidos en “Conurbano”, porque ambos son fieles retratos de una realidad: una realidad que está ahí aunque pretendas no verla, una realidad que tantas veces no parece ideal pero ES, y puede picar y rascarse y tener frío y hambre e hincarte la cabeza para recordarte que ESTÁ. Una realidad que contiene muchas otras realidades que Pablo sabe expresar muy bien.

Si pensás que una imagen vale más que mil palabras Pablo va a demostrarte lo contrario y va a usar esa cantidad de palabras para que puedas convencerte.

La primera impresión que tuve de Pablo, y la segunda, y la tercera fue la de un tipo casi hiperquinético, si no lo conocés realmente podrías pensar que no afloja con la merca; parece estar maquinando mil cosas al mismo tiempo y no poder escapar de su frenético frenesí mental y también puede hablar sin parar y no terminar nunca una frase ni para tomar un suspiro.
Cuando lo leés caés en la cuenta de que Pablo es un tipo atento que no pierde detalles y no los escatima en sus descripciones. Te das cuenta de que tiene sus ojos y sus oídos y sus antenas puestas en vos.
Y si pensás que es una simpleza te reto a intentar imitarlo, así seguramente te darás cuenta que eso puede lograrlo un buen escritor.


Sebastián Pablo Lastra, 19 de marzo de 2008-